top of page
Foto del escritorMaría Paula Noriega Gómez

Mecerse en el chinchorro

El chinchorro crea un puente entre la intimidad y el territorio al ser el enser que está siempre con el llanero donde quiera que vaya. Cuando la faena se alarga, el sol se pone y no se alcanza a regresar a la casa, el chinchorro es una bendición.


María Paula Noriega Gómez 1

En ningún sitio se está mejor que en casa. Cuando el exterior amenaza, nos enferma o nos excluye, no hay nada más reconfortante que estar con los seres queridos junto a conocidos objetos que hacen parte de nuestro hogar. Con el paso del tiempo vamos coleccionando objetos, enseres que se entrelazan con nuestras vidas de manera definitiva. Frecuentemente escuchamos que nuestra historia puede ser contada a partir de las cosas que nos rodean. Éstas permanecen para recordar, testimoniar y evocar a quien ya no está 2 . En el hogar llanero, uno de los enseres con mayor importancia es el chinchorro, en el que inicia y termina la vida del llanero.


El chinchorro o hamaca es un enser prototípico arraigado al modo de vivir del llanero. Diferentes autores señalan que el chinchorro ha sido parte de la vida de las comunidades amerindias desde hace siglos. Históricamente, la primera aparición de la hamaca se evidencia en el diario de viaje de 1492 de Colón, en el que el explorador escribió la siguiente apreciación: “Las gentes duermen en redes entre los árboles”. En 1535 el cronista Fernández de Oviedo dibuja en su libro de apuntes una hamaca atada a dos palmeras con un nativo recostado en su interior, definiéndola como “una manta tejida en parte, y en partes abierta, a escaques cruzados, hecha red (para que sea más fresca)”3.


La localización exacta de los anteriores testimonios es incierta. Sin embargo, en el archivo de la Red Cultural del Banco de la República de Colombia reposa un grabado anónimo de 1870 en el que se retrata una pareja de indios churoyes, comunidad nativa de los llanos orientales, observando a su hijo recostado en un chinchorro 4 . En 1874, José María Gutiérrez de Alba recorre los Llanos de San Martín retratando su viaje con prosas límpidas e ilustraciones pintorescas. En una de las láminas bosqueja un rancho llanero. En primer plano muestra la habitación de la familia: alzada sobre estacas, con techo de barro y trozos de guadua o palmera, y en ella unos chinchorros sobre los que descansan dos personas 5 .


 

1 Arquitecta de la Universidad de los Andes. Especialista en Gerencia de Proyectos de la Universidad del Rosario. Contacto: mp.noriega1641@uniandes.edu.co


2 Praz, Mario. (1995) La casa de la vida. Pág. 423


3 Fernández de Oviedo, Gonzalo. (1535) La historia general de las Indias. https://bit.ly/2xHmTDi


4 Pareja de indios churoyes con su hijo en un chinchorro. (1870) Disponible en: https://bit.ly/3ezCDcg


5 Gutiérrez de Alba, José María. La Paloma: rancho de llaneros. Disponible en: https://bit.ly/2KkuQRs


 


La ilustración de Gutiérrez de Alba refuerza la importancia de los chinchorros en la cotidianidad del llanero, siendo parte del lugar más importante del rancho: la habitación familiar. Dentro de la tradición oral y escrita del llanero, la hamaca es nombrada en múltiples ocasiones. En La Vorágine de José Eustasio Rivera, Arturo Cova y su amante Alicia llegan al Casanare para iniciar un recorrido hasta un hato ubicado en Arauca junto con don Rafo, su baquiano. El viaje duró días y cuando los destellos solares iban menguando, enrojeciendo las llanuras y llegando al azul propio de la noche, guindaban el chinchorro junto con el mosquitero logrando el cobijo necesario para dormitar al ritmo que su pie imprimía al chinchorro 6 .


De la descripción anterior es posible afirmar que el chinchorro crea un puente entre la intimidad y el territorio al ser el enser que está siempre con el llanero donde quiera que vaya. Cuando la faena se alarga, el sol se pone y no se alcanza a regresar a la casa, el chinchorro es una bendición pues se guinda entre los árboles permitiendo el descanso hasta que la jornada vuelve a iniciar.


Chinchorro, hamaca o campechana es versátil, su peso es bajo, ocupa poco espacio y puede

guindarse fácilmente a lo largo del día para mecerse y acariciar el aire quieto del lugar. Se trata de un objeto multifuncional en el que se puede pensar, conversar, recibir visitas y visitar 7 , siendo así el alma del hogar.


Ahora bien, para el llanero su hogar no es solamente la casa que le brinda protección, su hogar abarca el territorio que tan bien conoce y disfruta explorar. Así, colgar el chinchorro en medio de la llanura trae consigo un poderoso significado, pues establece un axis mundi desde el cual puede orientarse 8 y apropiarse del paisaje del que hace parte. Lo anterior se entrelaza con la sensación de intimidad que suscita el tejido cuando se amolda al cuerpo al que da la bienvenida. Sirve como enlace para entender su entorno y relacionarse con él. Permite estar dentro y fuera a la vez. Hace posible encontrarse en el suelo y oscilar en el aire. Atrapa los sueños y los libera al cielo abierto para que empiecen a escribirse sobre la misma tierra. Conmueve el modo de vivir del llanero hasta sus mismas raíces.


 

6 Rivera, José Eustasio. (1989) La Vorágine. Pág. 43-50. Disponible en: https://bit.ly/2VFsFxf


7 Sánchez Juliao, David. Tía hamaca y tía cama. Disponible en: https://bit.ly/3be9Dnz


8 Hace parte de la naturaleza humana la necesidad de organizar su universo a partir de un centro simbólico. Eliade, Mircea. (1981) Lo sagrado y lo profano. Pág. 15.


 


Desde antes de nacer, buscamos que nuestro cuerpo experimente el movimiento del balanceo. Para los llaneros, hijos de las hamacas, las ventajas de los chinchorros son innumerables. Mecerse en un chinchorro al ritmo que marca el pie anclado en el suelo es uno de los placeres más grandes para un llanero, junto con andar descalzo y no mirar el reloj. En un clima cálido, el suave movimiento oscilante sintiendo la brisa permite períodos de sueño más profundo, consolidando la memoria 9 . Esa memoria que se construye a través de las experiencias del llanero en su faena y vida en familia, que los vincula al territorio irremediablemente. El llanero escucha la tierra cuando se mece, atrapa pensamientos y vivencias que dotan de sentido su alrededor, establece una relación con el mundo: una forma de ver la vida.


 

9 Centro de medicina del sueño HUG. Aurore Perrault Facultad de Medicina UNIGE. Disponible en:


4 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page